LA HISTORIA DEL PALACIO

Declarado Bien de Interés Cultural en 1985

El Palacio de Los Marqueses de Valbuena fue mandado construir a finales del siglo XVII por Don Antonio Ibáñez de Riva-Herrera, Arzobispo de Zaragoza y Toledo, Virrey de Aragón e Inquisidor General de España.

Acorde con el rango de su propietario, esta arquitectura civil, símbolo de poder y dominio medieval, conserva aún todos los elementos característicos del arte barroco: el original recinto amurallado, la portada y su fachada en piedra de sillería adornada con un hermoso e imponente Blasón.

Este escudo de armas, conservado casi en su totalidad, representa los apellidos del padre, Ibáñez-Agüero y de la madre, Riva-Herrera, y quiere constatar la jerarquía del fundador y la de su sobrino carnal, Don Antonio Ibáñez Prieto de la Concha, que fue el primer marqués de Valbuena de Duero.

El actual comedor conserva elementos originales como una pila de piedra incrustada en su pared, así como una ventana con una pequeña columna que separa dos arcadas de medio punto.

El edificio tuvo un uso religioso posterior y se realizaron diversas modificaciones; algunas de las habitaciones del hotel que se encuentran en la ampliación del edificio fueron en el pasado las celdas de las monjas.

CAPILLA DE SAN JUAN BAUTISTA

Barnabé de Hazas, maestro cántabro de cantería, se hizo cargo de las obras de esta capilla, de cuya existencia ya se tienen noticias a principios del siglo XVII, aunque el conjunto sufrío una importante remodelación a finales de este mismo siglo por parte del arzobispo de Zaragoza don Antonio Ibáñez de la Riva Herrera.

La capilla se halla adosada al palacio, con el que se comunica interiormente a través de una tribuna y una ventana.

El acceso a la capilla se realiza a través de una portada clásica, con un gran arco adelantado de la fachada de medio punto, coronado por un frontón triangular que presenta adornos de bolas en sus esquinas y vértice y rematado con una pequeña espadaña.

La capilla cuenta en su interior con un gran pilar clasicista en torno al cual se organiza todo el espacio, ya que de él arrancan los arcos que compartimentan el interior en cuatro capillas cubiertas con bellas bóvedas de crucería: los dos tramos delanteros se cubren con bóvedas de crucería estrelladas con combados curvos, mientras que los de los pies lo hacen con crucerías estrelladas de cinco claves.

Actualmente la capilla sigue conservando su uso religioso.

El Palacio de Los Marqueses de Valbuena fue mandado construir a finales del siglo XVII por Don Antonio Ibáñez de Riva-Herrera, Arzobispo de Zaragoza y Toledo, Virrey de Aragón e Inquisidor General de España.

Acorde con el rango de su propietario, esta arquitectura civil, símbolo de poder y dominio medieval, conserva aún todos los elementos característicos del arte barroco: el original recinto amurallado, la portada y su fachada en piedra de sillería adornada con un hermoso e imponente Blasón .

Este escudo de armas, conservado casi en su totalidad, representa los apellidos del padre, Ibáñez-Agüero y de la madre, Riva-Herrera, y quiere constatar la jerarquía del fundador y la de su sobrino carnal, Don Antonio Ibáñez Prieto de la Concha, que fue el primer marqués de Valbuena de Duero.

El actual comedor conserva elementos originales como una pila de piedra incrustada en su pared, así como una ventana con una pequeña columna que separa dos arcadas de medio punto.

El edificio tuvo un uso religioso posterior y se realizaron diversas modificaciones; algunas de las habitaciones del hotel que se encuentran en la ampliación del edificio fueron en el pasado las celdas de las monjas.

CAPILLA DE SAN JUAN BAUTISTA

Barnabé de Hazas, maestro cántabro de cantería, se hizo cargo de las obras de esta capilla, de cuya existencia ya se tienen noticias a principios del siglo XVII, aunque el conjunto sufrío una importante remodelación a finales de este mismo siglo por parte del arzobispo de Zaragoza don Antonio Ibáñez de la Riva Herrera.

La capilla se halla adosada al palacio, con el que se comunica interiormente a través de una tribuna y una ventana.

El acceso a la capilla se realiza a través de una portada clásica, con un gran arco adelantado de la fachada de medio punto, coronado por un frontón triangular que presenta adornos de bolas en sus esquinas y vértice y rematado con una pequeña espadaña.

La capilla cuenta en su interior con un gran pilar clasicista en torno al cual se organiza todo el espacio, ya que de él arrancan los arcos que compartimentan el interior en cuatro capillas cubiertas con bellas bóvedas de crucería: los dos tramos delanteros se cubren con bóvedas de crucería estrelladas con combados curvos, mientras que los de los pies lo hacen con crucerías estrelladas de cinco claves.

Actualmente la capilla sigue conservando su uso religioso.

BIBLIOGRAFÍA

ESCAGEDO SALMON, M.:

«Solares Montañeses». Tomo VI, Torrelavega 1928, p. 81.

RODRÍGUEZ DE LA FUENTE. M.:

«Palacios Montañeses». Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore Hoyos Sainz V, 1973, pp. 286-290.

SOJO Y LOMBA, F. de:

«Ilustraciones a la M.N. y S.L.». Merindad de Trasmiera. Santander 1946, pp. 60-74.